Samstag, 9. Mai 2009

¿Por qué no me gustan las barbas?

Esta mañana, igual que otras, he discutido con mi novio por motivo de su barba, la cual es ya de más de una semana. Después de varios argumentos persuasivos, decide hacerme feliz y se va al baño a afeitarse.
Pues bien, estaba yo ya toda contenta por haber conseguido mi objetivo, leyendo las noticias en internet, cuando me aparece el señor todo orgulloso con una barba arreglada y recortada, pero que todavía seguía allí, en su cara!!!!
Resultado: mi enfado es ahora doble porque significa que mi amenza de que mientras tenga barba, no le besaré, no ha surtido efecto. Está claro que opta por un acto de rebeldía y que ha decidido declararme la guerra. Me queda el consuelo de que las chicas llevamos mejor la abstinencia o por lo menos somos más fuertes, así que confío en que no tardará mucho en dejarse la cara bien peladita...¿y si no?


Nota: hago un inciso en cuanto a barbas porque sí hay una que me gusta , la casual de dos o tres días, pero más que eso, na de na.

Dienstag, 5. Mai 2009

Un momento con un toque surrealista

Ayer viví un momento de esos que no sabes a cuento de qué ni por qué, pero que simplemente tienen lugar y pasan a convertirse en una anécdota que no sé si surrelista es el mejor adjetivo para calificarla.

Entro yo tan feliz y con un poco de prisa en mi edificio y me encuentro (como todos los días) a Dña. Manolita, una señora de unos 70 años, de las que todavía visten luto y que apoyada en su bastón se para a hablar con todo ser humano que se encuentra en el portal. Hay que decir que esta señora que acabo de describir es también la presidenta de esta nuestra comunidad, por lo que es la persona del edificio que conoce a todos los vecinos y por tanto la que habla con todos.A mí siempre me saluda con un "hola bonita" seguido de dos generosos besos, más propios de una abuela. El caso es que estaba ayer Dña. Manolita hablando con un señor de su quinta, muy maño él con su gorra y palillo en la boca, y de repente me vi en una situación que cinco segundos antes ni podría imaginarme. Cuando entro en el edificio y los saludo, ella me presenta al señor y le dice "esta chica es gallega, cántale una jotica anda" y ni corto ni perezoso empieza el hombre a cantarme un jota, con una voz poderosa que resonó en todo el inmueble y que me pareció interminable, ya que no sabía donde meterme ni qué hacer. Así que allí me veis, sonriendo y poniendo seguramente cara de circunstancia hasta que el hombre por fin acabó y dándole las gracias acompañada de un "tengo mucha prisa" me metí corriendo en el ascensor.